No más pobres en un país libre

Magali Silva
Ex-Ministra de Comercio Exterior y Turismo

Hace unos días, conmemoramos el bicentenario de nuestra independencia. En otras
circunstancias hubiéramos celebrado. Pero en éstas, en las que muchos de nosotros hemos
perdido a un ser querido por el Covid-19, no podemos celebrar sino reflexionar, recordar y
agradecer a los verdaderos artífices de nuestra libertad. Libertad completa que no llegó hasta
tres años más tarde, con la capitulación de la batalla de Ayacucho. Fueron en total más de dos
décadas de intensas y cruentas luchas en las que todos los peruanos estuvieron unidos por una
sola causa: la de nuestra libertad.

En esta ocasión, al igual que hace 200 años, los peruanos llegamos bastante debilitados y sin
haber obtenido la victoria final. A la fecha tenemos como resultado la pérdida irreparable de
200 mil compatriotas, la tasa de mortalidad más alta del mundo por cada 100 mil habitantes.
Entre la agresividad del virus, el colapso de nuestro sistema de salud, la falta de una respuesta
oportuna y eficiente del gobierno (construcción de plantas de oxígeno y habilitación de camas
UCI) y las medidas adoptadas (tuvimos una de las cuarentenas más severas y prolongadas del
mundo) hemos llegado a este 28 de julio de 2021 con una de las peores crisis de nuestra historia.

El PBI retrocedió 11,3% y el empleo (formal e informal), medido por la PEA (población
económicamente activa) ocupada cayó 12,9%. En un país donde 7 de cada 10 empleos son
informales, las consecuencias fueron devastadoras: aumentó la pobreza, la desigualdad (medida
por el coeficiente de Gini) empeoró, y la inseguridad se agudizó. Según la Mesa para la
Concertación de la Lucha Contra la Pobreza, 3,5 millones de peruanos se encontrarían1 en
inseguridad alimentaria. Y ello ocurre en un país que exporta alimentos.

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